Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 21 de mayo de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Maluquer
Número y páginas del Diario de Sesiones: 79, 2153 a 2.156
Tema: Reformas en la administración para ahorrar en presupuestos

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): He oído con tanto mayor gusto a mi amigo el Sr. Maluquer, cuanto que en principio, dejando aparte algunos errores que ha cometido y en que funda las consideraciones expuestas en la proposición de ley que acaba de apoyar, el Poder ejecutivo está conforme con S. S., y lo está tanto, que algunas de las peticiones de S.S. y de los demás señores que firman la proposición se están llevando a cabo por el Poder ejecutivo. [2153]

En cuanto a la primera, o sea a la agregación de una de las carteras del Poder ejecutivo a su Presidencia, hace tiempo que dijo aquí el Sr. Ministro de Hacienda que era uno de los pensamientos que el Poder ejecutivo proyectaba realizar.

Respecto a la cuestión de descentralización, también el Poder ejecutivo ha hecho todo lo que ha podido hacer en las circunstancias anormales en que el mismo, los pueblos y las provincias se han visto en relación con Estado.

Hay nombrada también una comisión encargada examinar las cargas de justicia y los haberes pasivos del Estado, que trabaja con grande asiduidad, y el Poder ejecutivo espera que ha de dar óptimos frutos.

Tocante a lo demás, el Sr. Maluquer comprenderá las dificultades por que el Poder ejecutivo ha tenido que pasar y los obstáculos que a la realización de su proyecto se han opuesto. El Poder ejecutivo, no solo desea tan como S.S. una nueva división territorial de España, si que tiene grandes trabajos hechos para llevarla a cabo pero cuando se habían roto los vínculos y lazos de unión entre los pueblos y las provincias y el Estado, en la perturbación en que el país se encontraba, no era fácil conveniente que el Poder ejecutivo viniese a aumentar creando una nueva división territorial que afecta tantos intereses y que puede producir tan graves y trascendentales consecuencias, al menos por ahora, y en la situación todavía peor en que se ha encontrado el Poder ejecutivo. Este, sin embargo, tiene recogidos muchos y buenos trabajos sobre el particular, y piensa que si no él, otro que le suceda podrá llevar pronto a cabo ese pensamiento.

Decía el Sr. Maluquer con este motivo: "Nosotros hemos creído que debíamos, no pedir que esto pasara a una comisión, sino autorizar el Poder ejecutivo para que haga, porque si viene a las Cortes en ellas no se hará." Pues esta es precisamente la razón por que el poder ejecutivo no puede hacer por sí una división territorial que ha de afectar tantos y tan grandes intereses: podrá traer aquí un proyecto de ley; pero tiene la evidencia de que hoy por hoy, las Cortes Constituyentes no habían de aprobarlo, y por esto no quiero perder el tiempo en balde. Si S.S., que tendrá más tiempo de sobra que el Poder ejecutivo, quiere perderlo o malgastarlo, proponga por medio de una proposición de ley esa división territorial, las Cortes la discutirán, se hará la luz, y al menos, de lo que con ese motivo se examine, estudie y diga, algo quedará.

Respecto a la cuestión diplomática, el Sr. Maluquer padece una equivocación. No es como S.S. desea como se pueden obtener economías. A S.S. le chocan los grandes sueldos de nuestros diplomáticos, y yo debo decir que los diplomáticos peor pagados de Europa son los españoles; así que, o no ha de haberlos, o es necesario sostenerlos con la dignidad y el decoro correspondientes. No es, pues, disminuyendo los sueldos como deben obtener economías en este capítulo del presupuesto, sino disminuyendo en lo posible el personal, que en efecto puede disminuirse mucho; pero para eso está la comisión de Presupuestos que entiende en el asunto, y cuyos individuos que están animados de tanto patriotismo como S.S. y Poder ejecutivo, podrán hacer todas las variaciones que estimen convenientes.

Pero, señores, se habla mucho de los beneficios que España puede reportar, de grandes economías en el personal, y yo debo hacer una sencillísima observación a su señoría. Todo el personal de los servicios del Estado desde el Presidente del Consejo de Ministros hasta el último portero, desde el Presidente del Tribunal Supremo de justicia hasta el último alguacil, cuesta 305 millones de reales, incluyendo también desde el capitán general hasta el subteniente. Y yo pregunto a S.S.: si esto es lo que importa todo el personal que desempeña los servicios del Estado así civiles como militares, ¿qué grandes economías podrán obtenerse en el personal? Corte S.S., raje por donde quiera, y verá que eso no nos ha de salvar, y que por ese camino no iremos a ninguna parte.

" Que hay muchos empleados de más;" verdad "Que eso, no sólo no es bueno para el servicio público, sino que es malo, que tiene grandes inconvenientes para el mismo, y que lo penaliza;" verdad también. " Que deban disminuirse, los empleados; " exacto es igualmente. Pero en general hay que pagarlos mejor de lo que están en España, y por consiguiente lo que no va en una cosa va en otra. El número de millones que puede economizarse en el personal es tan insignificante, que equivale a una gota de agua en el Océano en comparación de los males de nuestro presupuesto. Aun suprimiendo todo el presupuesto de gastos del personal, no llegaríamos a cubrir la tercera parte del déficit. Por consiguiente, por ahí no vamos a ninguna parte.

Lo que hay que hacer es mejorar los servicios públicos, disminuir el número de empleados y exigir a los que lo sean las condiciones necesarias. Sobre esto cada Ministro está haciendo en su departamento lo que puede. Yo, en el mío, donde solo hay personal, donde no hay grandes partidas en el presupuesto para el material, como sucede, por ejemplo, en los de Fomento, Guerra y Marina, he realizado una economía de 14 millones de reales. Y el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, que no tiene tampoco más que personal, ha hecho, otra economía que asciende sobre poco más o menos a la misma cantidad; pero el señor Maluquer comprenderá que estas economías no pueden hacerse en un día; es necesario tomarse tiempo, es preciso examinar aquello en que deban hacerse, a fin de que no sólo no perjudique a los servicios públicos, sino que, por el contrario, les reporten grandes ventajas.

Su señoría ha cometido algunos errores que yo no puedo dejar pasar desapercibidos. Ha dicho, por ejemplo, que los gobernadores, los subgobernadores, los secretarios y los oficiales de los gobiernos políticos cuestan hoy 17 millones de reales, siendo así que no cuestan más que siete y pico.

Ha hablado también S.S. del cuerpo de ingenieros de caminos, canales y puertos, y ha dicho con una grandísima injusticia que es un cuerpo privilegiado, que cuesta 17 millones de reales y que no hace nada. En primer lugar, no es verdad lo del cuerpo privilegiado; en segundo, no es verdad lo de los 17 millones, y en tercero, no es verdad que no haga nada.

Ese cuerpo, no solo no es privilegiado, sino que, por el contrario, es la única carrera libre del Estado. Aquí puede ser ingeniero cualquiera; aquí viene un extranjero, aquí viene un ciudadano español y no necesita para dirigir las obras públicas más que querer y ver quién le encarga la dirección de las mismas; a nadie se exige título al efecto, y a mí se me exige, por ejemplo, para defender a un cliente ante los tribunales el título de ahogado; pero no se le exige a nadie el de ingeniero para hacer un puente ni para dirigir la construcción de un camino de hierro.

¿Dónde está, pues, el privilegio de esa carrera? Lo que sucede es que mientras el Gobierno tenga las obras públicas bajo su dirección, no tiene más remedio que hacer uso de un personal que se las dirija: y ese personal es tan escaso en España, que apenas hay bastante para las atenciones del Estado; y el Gobierno que lo utiliza, le paga de [2.154] la misma manera que cuando utiliza a los abogados para fiscales y jueces. ¿Tiene S.S. la pretensión, ni la puede tener nadie, de que el Gobierno para los cargos de fiscales y jueces emplee gentes que no tengan títulos de abogados obtenidos en las universidades? Pues si S. S. no cree que puedan ser fiscales y jueces las personas que no tengan título de abogados, el Gobierno no quiere que le dirijan las obras públicas los que no tengan título de ingenieros.

Por lo demás, S.S. debe saber que los ingenieros que salen de la escuela, fuera de los que el Gobierno necesita para dirigir las obras públicas, quedan libres; no tienen sueldos ni tienen nada que ver con el Estado; son como los abogados, los escribanos y como los que pertenecen a cualquiera otra carrera del Estado, con la diferencia de que en España no se puede ser abogado sino con un título, al paso que se puede ser ingeniero sin título ninguno. Vea, pues, S.S. cómo está completamente equivocado, y cómo en vez de ser privilegiado el cuerpo de ingenieros de caminos, canales y puertos, es un cuerpo libre del Estado.

Tampoco es exacto que ese cuerpo cueste 17 millones, pues no cuesta más que 4, como tampoco es exacto, sino por el contrario grandemente injusto, que el cuerpo no haya hecho nada. Todo lo que hay de obras públicas en España se ha hecho de poco tiempo a esta parte, desde que ese cuerpo se creó, que es un cuerpo reciente, nuevo, porque ese cuerpo no ha podido nunca vivir más que en la atmósfera de la libertad. Ese cuerpo se creó en la primera época de libertad que hubo en nuestro país, y murió con el advenimiento del absolutismo. Pero volvió a resucitar con el advenimiento de la libertad, y de esta última época data la creación del cuerpo de ingenieros. Eche S.S. una ojeada sobra el estado en que se encuentran hoy nuestras comunicaciones, que pudieran ser mejor, que todavía no satisface completamente nuestros deseos; pero considere S.S. lo que se ha hecho en caminos, canales, telégrafos, puertos, faros y demás obras públicas; compare lo que hay hoy con lo que había hace cincuenta años, y dígame S.S. si ese cuerpo lo ha hecho todo o no ha hecho nada; dígame S.S. si hay un cuerpo en el Estado que cueste tan pocos sacrificios al país y que haya dado tantos y tan magníficos resultados.

En fin, yo no quiero seguir a S.S. en las diversas cuestiones que ha tocado; pero debo decir a S.S. que su bello y patriótico discurso es un examen general del presupuesto de gastos, que hubiera sido un discurso magnífico para haber discutido la cuestión de presupuestos. De manera que si S.S. hubiese pronunciado ese discurso en la discusión de la totalidad de los presupuestos, hubiera estado perfectamente oportuno, aparte de que hubiera estado tan brillante como lo ha estado ahora. Así es, que desvanecidos esos errores, en lo demás el Gobierno está perfectamente de acuerdo con S.S. en que deben estudiarse estas cuestiones y resolverse corno se pueda. Por consiguiente, el Gobierno no sólo no se opone a que esta proposición de ley se tome en consideración, sino que desea que las Cortes la aprueben para que pase a una comisión y la estudie con toda la detención que la importancia del asunto requiere.

Pero yo me he de permitir decir a S.S., a propósito de la generalidad con que ha tratado el asunto, que en mi sentir, la proposición debe pasar a la comisión de Presupuestos; y tan es así, que el Sr. Maluquer, al apoyar su proposición, no ha hecho más que sentar todas sus consideraciones sobre el presupuesto de gastos: que pase, pues, a la comisión de Presupuestos, y que ésta en sus diversas secciones examine los diferentes puntos que trata la proposición, para que examinada y estudiada, pueda presentarnos su dictamen cuando venga aquí a la discusión general de presupuestos del Estado.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Como quiera que el Sr. Maluquer ha insistido en la cuestión de que en las obras públicas pudiera obtenerse un gran beneficio para el Estado, yo debo decir al Sr. Maluquer que en ese punto la administración está tan descentralizada como no lo está en ningún país del mundo. La revolución ha descentralizado tanto ese servicio, que los particulares, los ayuntamientos, las provincias pueden hacer cuando quieran, como quieran y donde quieran las obras que tengan por conveniente, dirigidas también por las personas que crean convenientes, con tal que no cuesten nada al Estado; porque si el Estado tiene que hacer sacrificios, claro es que ha de intervenir en aquellas obras que le cuestan dinero. Pero fuera de eso, no hay ningún país del mundo donde ese servicio esté más descentralizado.

Y respecto al cuerpo de caminos, canales y puertos, [2155] debo volver a decir que ahora ya entran los alumnos a seguir una carrera tan penosa, tan difícil, de tantos sacrificios, sabiendo que no han de cobrar sueldos del Estado y que van a ser ingenieros libres, y más aún, que no pueden oponerse a que ejerzan los que no tienen título; y ese cuerpo ha tenido tal virtud, tal abnegación, que él mismo ha informado en este sentido y se ha agregados gustoso por su propio informe a la Dirección general de Instrucción pública. De consiguiente, cuando un cuerpo del Estado se conduce de esa manera, cuando ha dado esos resultados al país, no es justo que aquí, por error, se le haga una injusticia que seguramente no merece.



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