477 |
Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871) |
Sesión: 18 de diciembre de 1869 |
Cámara: Congreso de los Diputados |
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Soler. Réplica a los Sres. Figueras y Castelar |
Número y páginas del Diario de Sesiones: 186, 4.819 a 4.825 |
Tema: Interpelación sobre la política interior y exterior del Gobierno |
El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): No teman los Sres. Diputados que vaya a pronunciar un discurso; no voy siquiera a contestar a los Sres. Castelar y Figueras; Voy simplemente a rectificar algunas erróneas apreciaciones que se me han atribuido, y a responder a algunas preguntas satisfaciendo la ansiedad de mi amigo particular el Sr. Figueras. Y no voy a pronunciar un discurso porque a parte de ciertas indicaciones hechas por el señor Castelar, fundadas en errores y en equivocaciones que S. S., me ha supuesto, a parte de esto, el Sr. Figueras no ha hecho más que, reproducir en detalles los argumentos que aquí había ya expuesto el Sr. Castelar, y no es cosa de molestar a los Sres. Diputados dando igual o parecida contestación, al Sr. Figueras que al Sr. Castelar.
Este último Sr. Diputado sin duda estaba pesaroso de no haber sido en el otro día todo lo duro y violento todo lo terrible que en esta parte quiere que sea la minoría, el partido que representa, lo que hace que mucha veces lo sean a pesar suyo; y por esto sin duda el serio Castelar, queriendo serlo y no encontrando verdaderamente motivos en mi discurso del otro día, se ha valido de unas frases. tomadas de las contestaciones que he dado hoy a algunas de las preguntas que me han hecho.
Suponía el Sr. Castelar que yo había dicho que lo ataques a la propiedad eran debidos al federalismo. No, no he dicho eso; lo que he dicho tiene otra distinta significación. Yo he dicho que los ataques a la propiedad daba la casualidad que tenían lugar en el centro federal más importante de España, en el centro, de los centros, y que los ataques de la propiedad en ese centro eran debidos las predicaciones hechas en aquellos clubs, en aquellos pactos, en aquellas asociaciones. Lo cual no es lo mismo que atribuir A esas predicaciones directa y concretamente las consecuencias lamentables por que atraviesa el país; no es decir que esas consecuencias sean debidas a las doctrinas mismas o al sistema federal.
Y S. S. convendrá conmigo, sin que se incomode por lo que le voy a decir, S. S. convendrá conmigo en que no son malos todos los republicanos federales, no; pero sí en que todos los malos se han ido a introducirse, entre los republicanos federales, resultando de aquí que de esas filas es de donde salen las predicaciones más absurdas las doctrinas más deletéreas, las predicaciones más violentas y peligrosas, para la sociedad. ¿Quiere S. S. pruebas? Pues aquí tengo una colección de publicaciones republicanas federales, en las que se predica lo que no se ha predicado nunca en este país y no es permitido predicar en ninguna parte. Cogeré un periódico cualquiera; el que esté más a la mano. (Risas en los bancos de la minoría.) Bueno, pues leeré todos. Un periódico republicano federal dice:
"El ciudadano Orense ha dicho en la Asamblea que será preciso un 93 con guillotina.
" Pues bien: aquí estamos para ayudarte, ciudadano Orense. Hoy levantamos nuestra voz en apoyo de tu idea, porque, como tú, gran ciudadano, creemos indispensable ese 93, que fue la salvación de la Francia, que le llevó el bien, que le conquistó la civilización, que le produjo la gloria.
" ¡Diputados republicanos! constituid cuanto antes la Convención. Proclamad desde luego la república. Estableced inmediatamente un comité tribunal de salvación y declarad guerra a muerte a los verdugos de la Patria que oprimiéndola la saquearon y escarnecieron: a los hipócritas infames que con la máscara de liberales la vilipendian y empobrecen, haciéndose ellos poderosos a costa de su sangre: a los traidores que siempre vendieron sus conciencias al oro o al poder, y hoy acechan como tigres la ocasión oportuna de apoderarse de la presa por medio de un golpe de Estado como el del año 56: a lo asesinos, en fin, que mandan fusilar, y a los que ejecutan sin ninguna clase de juicio y sin oír a la víctima, y si atender sus lamentos: y a todos cuantos: no sean fieles amigos, partidarios leales de la libertad y de la Patria.
" ¡Buenos españoles! pensad un momento en que ésta peligra, en que necesita grandes remedios, en que es preciso hacer un último esfuerzo, en que si no se aprovecha la ocasión, seréis sumidos pronto y para siempre en los calabozos, y que allí moriréis: figuraos que veis practicar el bello ideal de González Brabo en su persona, en la de Juan el Cruel, en la de Paco el tonto. "
Cuando periódicos que se llaman así escriben de ese modo, cuando hombres que se dicen republicanos federales predican estas ideas, no creo, no creo debéis extrañaros que se os diga que de esas predicaciones de vuestros correligionarios políticos, que de esos artículos de periódicos, que de esos pactos federales resultan, sino directa, mediatamente las consecuencias lamentables de la invasión de una propiedad por 1500 hombres. No os incomodéis, porque ésta es la verdad. Conoced el mal que tenéis en vuestro seno, y conociéndole, libraos de él.
También el Sr. Castelar me ha supuesto una equivocación. Ha creído S. S. que en mi discurso del sábado yo había atribuido todos los crímenes a la sublevación federal. No dijo semejante cosa. Yo lo que hacia era, al señalar el estado lamentable en que el país se encontraba, achacarlo a las conspiraciones que venían trabajando contra el país y a los diferentes movimientos revolucionarios ocurridos, y añadía: " Y no es eso lo peor, sino que a la sombra de esas sublevaciones los malhechores trabajan y aguzan sus armas para esgrimirlas contra la vida y la hacienda de los hombres de bien."
Era una complicación más, que venía a la sombra de [4819] esas. complicaciones: y tan lejos estaba yo de atribuir a los republicanos federales esos crímenes a que S. S. ha aludido, que yo decía: " llegó un momento en que no trataba de blancos ni rojos, de republicanos ni monárquicos, no; ya no se trataba de eso; de lo que se trataba era de los ladrones. y los asesinos, de lo que se trataba era de los que sorprendían el sueño de las gentes honradas y quitaban la vida a seres inocentes, etc., etc."
Por consiguiente, yo decía: "el Gobierno se ha visto obligado a tomar medidas enérgicas y duras. Y, señores cuando el crimen toma aliento, cuando el crimen se presenta arrogante, fiado en la impunidad, es menester atajarle en su camino, es menester oponerle un dique, contenerle, cueste lo que cueste, y sean las que quieran las medidas que haya que adoptar. " Este era mi argumento refiriéndome a los malhechores, que espiaban el momento de aquella sublevación; y más. dije: que espiaban hasta el momento de aquella sublevación para introducirse en las filas de los contendientes y cometer a mansalva toda clase de fechorías y de crímenes. De consiguiente, todas las exageraciones de S. S., todo el mal humor con que su señoría se ha explicado esta tarde, lo podía haber economizado:, y por cierto, me extraña que una inteligencia tan clara, como la de S. S. haya comprendido completamente al revés mis palabras del sábado anterior, y por eso me he llegado a figurar que S. S. no se daba por bien satisfecho, de la dureza con que creyeron o creen si amigos que debía haber tratado al Gobierno el sábado último y ha querido ser más duro en este.
También S. S. ha padecido una gravísima equivocación y va a resultar, que apenas ha contestado, ni ha tenido que rectificar nada de mi discurso del sábado como no sea basado en una equivocación o en un error: S. S. creyó, qué yo hablaba de las huelgas de los trabajadores calificándolas mal y considerándolas como un motín, y esto no es exacto. Yo hablé de las huelgas de los trabajadores en el sábado anterior, como una complicación más en. que se veía envuelto el Gobierno, cuando tantas y tan grandes le rodeaban. Y yo decía: "Señores cuando a 1500 leguas de la Metrópoli teníamos una guerra para sostener la integridad y la honra, de nuestro territorio; cuando hacíamos los mayores esfuerzos para mantener cubierta la bandera de Castilla al otro lado de los mares cuando se embarcaban nuestros soldados llenos de entusiasmo, y con frases cariñosas se despedían de la madre patria; cuando nuestro Tesoro estaba ya exhausto, fraccionado nuestro ejército y repartida nuestra armada para defender en lejanas tierras los intereses de nuestros compatriotas, la integridad de nuestro suelo y la honra de la Nación; cuando nos amenazaban los isabelinos, y nos atacaban los carlistas, entonces es cuando vienen a rebelarse y dan contra nosotros los republicanos federales; y como si todo esto no fuera bastante, los obreros. de Cataluña, abandonando su trabajo y declarándose en huelga se dedicaban a la holganza y a la mendicidad, y amenazando todos los días con un conflicto, empobrecían a sus familias y arruinaban a su pobre y desgraciado país." Y ¿qué quería yo decir con esto? Que semejante actitud por parte de los obreros de Cataluña, si en tiempos normales no podía producir ninguna complicación, en aquellos momentos críticos era un suceso que agravaba más la situación del país.
Pero ¿censuraba yo el hecho de pedir aumento de salario? ¿Lo condenaba? De ningún modo: en su derecho estaban los obreros pidiendo aumento de jornal, como estaban en su derecho los fabricantes negándoselo. Pero yo me lamentaba de la triste coincidencia de que los obreros de Cataluña se hubiesen declarado en huelga y abandonado su trabajo en los momentos de mayor angustia para industria, de mayores atenciones para el Gobierno le mayor peligro para el país. Pero yo me lamentaba, e no buen liberal y como buen español, de que esos obreros que se llaman liberales, nos produjeran una complicación más en momentos en que nuestra libertad se veía atacada, en que nuestro territorio amenazaba quedar, de nombrado, y en que se hallaba en peligro la honra de la Nación. De eso era de lo que yo me lamentaba, y nada más. ¿Era que yo considerase la huelga de los obreros como un motín o como una cosa execrable? No: para eso pudiera haberme ocupado de los sucesos de Valls, o cualquier otro de los excesos del federalismo.
Vea, pues, S. S. cómo una gran parte de su discurso queda completamente deshecha, porque estaba fundada en una equivocación.
Y después de esto, ¿qué ha dicho S. S.? Referente a mí, nada absolutamente. S. S. ha citado lo del ayuntamiento de Segorve. ¡Vaya una cuestión, cuando se trata de la política general de un país! ¡Venir aquí diciendo en un debate tan importante como éste, si el gobernador se ha equivocado o no en Segorve. Eso no merece la pena; eso en nada influye tratándose de la conducta política del Gobierno de un país: esa es una gota de agua en el mar comparativamente con las circunstancias críticas difíciles por que el país en general ha atravesado. Y en último resultado, el Sr. Castelar, al ocuparse de ese hecho ha dicho una cosa que perjudica a los republicanos y viene a favorecer al Gobierno. "Que el Sr. Martínez Ricart ha vuelto a su puesto." ¡Y qué! Pues eso está conforme con las instrucciones que el Gobierno ha dado a los gobernadores. Todo ayuntamiento, se les ha dicho, que sea monárquico, o resulte no haberse mezclado, en la sublevación republicana,: será repuesto inmediatamente; y como el ayuntamiento de Segorve era monárquico, el gobernador le ha, repuesto y repuesto el ayuntamiento, naturalmente habla de reponer al alcalde, que era el Sr. Martínez Ricart, ¿Les parece a los Sres. Diputados que esa es una gran arbitrariedad y que merece tantos, aspavientos la cuestión del Sr. Martínez Ricart? Cuando se echa mano de tales argumentos, es prueba que no se tienen otros mejores, Sr. Castelar.
Y como después de todo eso, S. S. no se ha ocupad más que del Monarca y de la república, yo nada tengo que decir a eso. S. S. tiene dos. manías en este mundo que, son el Ministro de la Gobernación y el Monarca. A todo sale el Ministro de la Gobernación; de todo tiene la culpa el Ministro de la Gobernación, y ahora de todo tiene la culpa el Monarca, y resulta que por el Monarca se han sublevado. A la mayor parte de su discurso nada tengo que contestar; pero creo que de su rectificación no queda ya absolutamente nada.
Su señoría ha empezado esta tarde diciendo una cos que, yo no sé si la siente: me ha de permitir S.S. que lo dude. Creo S.S. que tengo yo vehemencia por la reacción. Si hubiera yo de calificar eso como se merece, lo calificaría muy duramente: mas ya que su S. S. ha estado duro conmigo esta tardé, yo quiero estar suave con su señoría. ¡Vehemencia yo por la reacción, Sr. Castelar! Pues, ¿qué iba yo ganando con la reacción?¿A dónde iba yo a parar por el camino de la reacción? Por lo que tengo vehemencia, Sr. Castelar, es por la libertad; y allí donde yo veo, un peligro, para la libertad, allí estoy yo para conjurarlo, si puedo. Así que, si yo, me he encontrado, en vuestro camino, ha sido porque el único, peligro serio que yo he visto para la libertad, desde la revolución acá, han [4820] sido vuestras predicaciones. Todos los demás peligros que ha habido para la libertad, todos han desaparecido. ¡Sí, sí, hemos tenido la fortuna de que al poco tiempo de hacerse la revolución, sus enemigos naturales han sido dispersos, y que no quedase más, peligro para la liberta que el abuso que hacíais de los derechos a tanta costa alcanzados! Por eso es por lo que estoy siempre delante de vosotros, porque os temo; y os temo, porque sé que peligra con vosotros la libertad. Pues qué, si hubierais sido prudentes; si hubierais tenido más calma y más paciencia; si os hubierais hecho cargo de la situación; si hubierais accedido a lo que la mayoría de la Nación, representada en las Cortes, acordaba, y dentro de ese acuerdo hubierais procurado realizar vuestras ideas pacíficamente ¡ah, qué gran valor y qué fuerza hubierais dado a la libertad conquistada! Nadie absolutamente se acordaría de lo pasado en este país: nadie volvería la vista atrás. Pero señores, ¿qué es lo que está sucediendo? Yo apelo a los sentimientos honrados y patrióticos de mis compañeros Y no hablo de aquí, me refiero a fuera de aquí, porque en Madrid, sea porque es un pueblo sensato, sea por la presencia del Gobierno, sea porque es un pueblo educado en la desgracia, el resultado es que se ha comportado digna y cuerdamente, y no hay temor de que ocurra nada. Pero fuera de aquí, si seguís por ese camino, si seguís con vuestras predicaciones, en las cuales os veo con sentimientos muy pertinaces, ¡qué ha de haber derechos individuales! Los derechos individuales serán inaguantables y será imposible la libertad.
Señores, cuando yo veo a personas que lo han sacrificado todo por la libertad; cuando yo veo personas que por la libertad han sacrificado lo que en el mundo puede haber más caro, familia, bienestar, intereses, y todo cuanto; el hombre puede tener en estima; cuando yo veo esas personas que han hecho esos sacrificios porque creen que si la libertad no se puede vivir; cuando yo veo que esas personas se quejan amargamente de que hoy tienen menos libertad que en las situaciones reaccionarias, me duelo extraordinariamente de que eso se diga, y más aún de que eso suceda en estas circunstancias y por culpa de cierto género de predicaciones. Cuando una de esas personas me dice: yo en otro tiempo, aun en las situaciones, más reaccionarias, con tal de que no me metiera con nadie estaba tranquilo en mi casa cuando esa misma persona añade después de esto que hoy no tiene libertad para salir al umbral de su puerta a tomar el fresco, me lleno de amargura y siento que eso pueda hoy decirse con razón Eso sucede, ¿por qué no lo hemos de confesar? eso sucede en muchos pueblos de España, y eso es un oprobio para los que somos y nos llamamos liberales: que hombres que lo han sido siempre, que lo han sacrificado todo por la libertad, se vean calificados de neoliberales por los que en otros tiempo eran los más reaccionarios. Pero si no fuera por estos excesos, si no fuera por las locuras de ciertas gentes, si no fuera por la conducta que algunos han seguido, ¿cómo había de volverse la vista a lo pasado? ¿cómo había de volver nadie la vista a la reacción ¿Quién había de ocuparse de restauración? Vosotros hasta ahora con vuestras predicaciones insensatas sois los que habéis tenido la culpa de que se empiece a pensar en restauración, de que haya quien vuelva los ojos a la reacción.
Por consiguiente, no evoquéis esa palabra; no atribuyáis que yo tenga vehemencias de reacción. ¿A dónde iría yo desgraciado de mí con la reacción? Yo no podía creer eso nunca de S. S.; porque para no suponerlo para no imaginarlo, siquiera, no hay que discurrir, no hay más que inspirarse en el sentido común. ¡Yo vehemencia por la reacción! ¿Es posible que, tenga vehemencia por la reacción el que no puede vivir sino con la libertad de su Patria? Pues eso me sucede a mí, y por eso, allí donde veo un peligro para la libertad, allí estoy para vencerle o al menos para conjurarle: yo tengo vehemencia de cariño por la libertad; y por eso, donde veo un peligro para ella, lo conjuro y le extirpo como puedo, porque estoy persuadido de que la libertad es el gran beneficio que quiso producir la revolución, y es el bien que yo anhelo para mi Patria.
No quiero hacerme cargo de algunas palabras que ha dicho el Sr. Castelar y que me han dolido mucho; créalo S. S. Decía el Sr. Castelar: "¿Tenemos algo que agradecer al Gobierno? El Sr. Serraclara, el Sr. Caymó otros Sres. Diputados han sido condenados." ¿No hemos hecho nada? Pues si se hubiera llevado a cabo la sentencia dictada contra el Sr. Serraclara, ¿no estaría en presidio arrastrando un grillete? (El Sr. García López. Como su señoría en 1866.) Exactamente, y no me considero deshonrado por eso: allá iremos; yo me acordaré de ese punto.
¿Pero qué es lo que ha hecho el Gobierno? Nada, dice S. S., y sin embargo ha permitido que el Sr. Serraclara viva en libertad fuera de aquí; es decir, que el Sr. Serraclara puede vivir como vive aquel que ha tenido la fortuna de escapar a la acción de los tribunales. Que el señor Caymó ha sido condenado a muerte. ¿Pero no ha hecho nada el Gobierno? Pues el Gobierno ha dicho, que no se ejecute la sentencia; como la inmediata era la pena de cadena perpetua, dispuso que no se llevara a cabo tampoco, dejando al Sr. Caymó en la misma situación, exactamente en la misma que el Sr. Serraclara; lo ha dejado en libertad para que pueda vivir libremente fuera de aquí mientras las circunstancias no aconsejen otra cosa, con todos los demás ¿qué ha hecho el Gobierno? Usar de una gran clemencia. ¡Qué no ha hecho nada el Gobierno! Pues cuando vosotros nos decíais que no derramásemos la sangre de ninguno que no hubiese cometido delitos comunes, cuando vinisteis a decirnos esto, creímos que pedíais algo, y algo que habíais de agradecer. ¿Pero lo queréis agradecer? Sea enhorabuena: al Gobierno no lo pesa de lo que ha hecho, y no importa que S. SS. sean siempre ingratos, ya que el Gobierno está dispuesto a ser siempre generoso.
Decís que el favor que se os echa en cara no es favor ¿Y quién os lo ha echado en cara? Si no fuerais tan ingratos; si no lo desconocierais todo por la intransigencia que os devora; si no hubierais dicho que nosotros habíamos derramado ríos de sangre y cometido infinitas tropelías yo no hubiera tenido que ocuparme de esto para defender de alguna manera al Gobierno. Lo que aquí dice el señor Castelar se lee en todas partes; y si yo no contestara a lo que dice S. S., pasaría como cosa cierta; siendo lo más contrario a la verdad que nosotros habíamos cometido tropelías, que habíamos derramado ríos de sangre, y que habíamos cometido actos que merezcan la más dura calcificación
No, Sr. Castelar, nosotros no sólo no hemos sido sanguinarios, sino que hemos sido clementes hasta el punto de que, según una expresión gráfica, no se os viera la cadena que debíais llevar en uno de los presidios de España. ¿Y de qué manera lo había yo de decir? ¿De qué manera me había yo de defender cuando se decía que habíamos cometido tanto atropello y derramado tanta sangre?
Y ya que he dicho esto, voy a hacerme cargo de la observaciones con que el Sr. Figueras empezaba su discurso. [4821] S.S. daba grande importancia a que yo. hubiese dicho que se había perdonado a la minoría republicana y que no tenían el grillete que debían llevar en presidio. Y preguntaba el Sr. Figueras que de dónde lo sabía el Gobierno. Pues lo sabe de la misma minoría, lo sabe por individuos de esa misma minoría, que yo considero veraces honrados; lo sabe por el Sr. Noguero, a quien ya tengo, por hombre honrado, que dijo cuando se presentó en el campo acosado por su partido y no pudiendo resistir a sus amigos, y cuando habló con el alcalde de uno de los varios pueblos que recorrió, que él se había echado al campo porque así lo habla acordado la minoría republicana (Un Diputado de la minoría republicana: No es exacto.) Ya veremos si es exacto y si os atrevéis a desmentirlo. Lo sabía el Gobierno, porque así lo habían dicho en sus manifiestas los Diputados republicanos que han estado en campaña: no hay más que leerlo. Lo sabía el Gobierno porque lo ha dicho el Sr. Suñer y Capdevila, que es un hombre a quien considero un poco fanático, o más bien fanático en absoluto, pero honrado: terminantemente ha dicho, y vosotros no lo habéis desmentido, lo que voy a leeros:
"El consejo federal y la minoría republicana reunidos en Madrid acordaron que los Diputados todos por unanimidad que los Diputados todos, exceptuando unos pocos cuya presencia es en Madrid en estos momentos supremos necesaria, saldrían para sus provincias respectivas al objeto de levantar más que nunca y en esta ocasión sostenerla con las armas, la bandera de la república democrática federal."
Pero ¡qué más, señores republicanos! Lo sabía el Gobierno por vosotros mismos. ¡Si llegó un instante en que estuvisteis tan torpes o tan locos que hallándose el país en estado de guerra y los rebeldes con las armasen la mano, todavía os reuníais en Madrid para discutir la manera de ayudar a la sublevación y para mandar emisarios y agentes por todas partes con objeto de fomentarla! Y os dabais tan poco cuidado, que todo eso lo sabía, el Gobierno; y erais tan insensatos, que en una de vuestras sesiones, creyendo. que en Madrid no había quedado fuerza alguna y que había sido preciso enviar toda la que guarnecía la población a las provincias para combatir la rebelión federal, fundabais ya esperanzas locas y tratabais de intentar algo en Madrid. Pero el Gobierno, que también lo sabia, ¿qué hizo para interponerse en vuestro camino, sin molestaros ni para seguiros; para advertiros que estabais locos, que erais asaz imprudentes y que ibais, a ser aplastados en diez minutos si al fin os decidíais a echaros a la calle; para avisaros, del seguro peligro que ibais, a correr, además de que o la gran mayoría de la Milicia ciudadana y toda la población, animadas del mejor espíritu, se hallaban dispuestas en favor de la causa del orden, lo que hizo el Gobierno fue aprovechar un hermoso día para sacar las fuerzas del ejército para que las vieseis, para que comprendierais que no os podríais mover, para que desistierais de vuestro insensato proyecto porque el Gobierno, no quería haceros daño, porque el Gobierno no pretendía más sino impedir que no hicierais locuras. ¡Pues si además es público y notorio; si lo habéis dicho a cuantos han querido oírlo; si necesitáis para justificar vuestra conducta a los ojos de vuestros compañeros que han derramado su sangre y han comprometido su vida! Es, por lo tanto, evidente que estabais todos comprometidos. (Un Sr. Diputado de la minoría republicana: La prueba de eso.)
Me pedís la prueba, me decís que no os lo pruebo. ¿Y quién duda que lo podría probar todo? El Gobierno tenía de ello evidencia completa: no os llevó, sin embargo, a los tribunales por no verse precisado a intentar la prueba; no intentó la prueba porque no quiso castigaros, es porque quiso perdonaros.
Pero ¿es que os atrevéis a negar lo que dicen aquellos de vuestros compañeros que han cumplido valerosamente con sus compromisos de partido? ¿Es que sobre la desgracia que sobre ellos pesa queréis arrojar la deshonra sobre el Sr. Suñer y Capdevila y sobre otros muchos que con él viven en la expatriación por haber cumplido con sus compromisos de partido? ¿Es que queréis añadir a esa desgracia la deshonra, manchando su frente con la nota de calumniadores? Pues si no queréis eso; si no queréis arrojar sobre la desgracia que tienen vuestros amigos emigrados la mancha de la deshonra y de la calumnia, confesad que el Gobierno no ha querido probaros vuestra complicidad, y que si no ha querido probarla ha sido por no quiso perdonaros.
¿Y cuál es la grave ofensa que ha dirigido a esos caballeros, y que les ha afectado tanto? ¿En qué les he lastimado? ¿Acaso porque yo dije que si los tribunales le hubiesen juzgado deberían llevar el grillete? Esto no es defensa. Yo también fui condenado a muerte, que había de ejecutarse en garrote vil, como si fuera un parricida; sin embargo, mi madre no me negó, por eso su cariño, ni mi hijo creyó deshonrado su nombre, ni hubo un sólo amigo que dejara de tenderme su mano. Por el contrario, si yo hubiera faltado a mis compromisos de partido, si me hubiera negado a acudir al puesto de honor que me tenía designado mi partido, mi padre de seguro no me habría negado su cariño, porque al fin los padres jamás lo niegan sus hijos; mi hijo tampoco reputaría manchado su nombre, porque los hijos deben siempre disculpar a sus pares; pero mis amigos... mis amigos me habrían de seguro negado, su mano, y yo habría tenido que ocultarme en un rincón para morir allí de vergüenza.
Pues bien: escoged, escoged entro la justicia a que os habéis hecho acreedores o la vergüenza por no haber cumplido vuestros compromisos, como lo han hecho vuestros amigos. Por consiguiente, no os dije nada de particular, cuando os dije que por haber cumplido con vuestros compromisos merecíais llevar un grillete. Merecíais más: no estuve en realidad exacto, porque voy a leeros un artículo del Código penal que debiera haberse aplicado sobre vosotros (El Sr. García López: Lo conocemos.) Ya sé yo que S. SS. saben mucho; ya sé yo que hay entre vosotros abogados distinguidos que conocen el Código perfectamente; pero por si alguno de vosotros lo ignora o finge ignorarlo, bueno es leer el artículo. Dice así el 168:
"Los que induciendo y determinando a los rebeldes hubieren promovido o sostuvieren la rebelión, y los caudillos principales de ésta, sufrirán la pena de muerte."
Y como habéis inducido a los rebeldes; como habéis mentado la rebelión; como habéis ayudado a la sublevación, merecéis la pena de muerte en vez del grillete, que generosamente os he regalado. (Risas en la izquierda.) Ahora os reís, porque va de broma; pero si la cosa hubiese ido de veras, no os habríais reído.
Voy, sin embargo, a contestar al Sr. Figueras, que no me he de detener en la cuestión sobre si el ayuntamiento de Granada o el ayuntamiento de Córdoba estuvieron o no bien. destituidos. En primer lugar, ya sabe S. S. que he sido bastante noble bastante franco, bastante leal, para declarar que en la cuestión de los ayuntamientos hemos faltado a la ley.¿Acaso he andado yo con evasivas? He dicho claramente que en la cuestión de los ayuntamientos hemos faltado a la ley porque no podíamos menos de faltar a ella, porque teníamos que salvar a la [4822] sociedad. ¿Qué habíamos de hacer don el ayuntamiento de Valls, que era al mismo tiempo junta revolucionaria, que dirigía aquellos horribles atentados que no tienen nombre en la historia? ¿Qué habíamos de hacer con el ayuntamiento de Tarragona? ¿Qué habíamos de hacer con el ayuntamiento de Tortosa, centro de pacto federal, donde se fraguaba la conspiración, desde el cual se dirigía el movimiento y desde donde se mandaban recursos de todas clases? ¿Qué habíamos de hacer con muchos individuos de esos ayuntamientos que eran los jefes de las partidas armadas que salían al campo? ¿Qué habíamos de hacer con otros muchos, que sin salir al campo, eran los que fomentaban y dirigían la conspiración?
Cuando no teníamos leyes extraordinarias a que atenernos; cuando por el estado constituyente en que nos encontrábamos faltaban muchas leyes y sentíamos la ineficacia de otras, ¿qué había de hacer el Gobierno? ¿Había de dejar que la revolución fomentara, que la revolución creciera, que los pueblos continuaran sufriendo penalidades habíamos de dejar que se perdiera la libertad, que se frustrara la revolución, que quedara disuelta la sociedad perdiendo el tiempo en oír a las Diputaciones provinciales respecto de lo que debía hacerse con esos ayuntamientos, oír luego al Consejo de Estado acerca de lo que convenía hacer con las Diputaciones provinciales, y luego venir las Cortes a preguntarlas qué se había de hacer con uno y con otros? ¿Habíamos de cruzarnos de brazos, y no hacer nada, y dejar que la sublevación cundiera? ¿Es esto lo que se pretendía?
Pues eso no lo podía hacer ningún Gobierno que se estimara en algo, que tuviera conciencia del deber que sobre él pesaba de velar por los altos intereses de la sociedad. Pues qué, ¿estamos en un país como Inglaterra, en donde todo está previsto, en donde las leyes lo tienen todo determinado, que se halla en un período ya constituido y fuerte, o estamos en un período constituyente en que faltan todas las leyes, en que no tenemos ni ley de orden público, ni otra porción de disposiciones que son necesarias para complemento de la designación amplísima que hemos hecho de los derechos individuales?
No, señores. Si se hubiera tratado de un ayuntamiento, de dos o de tres, entonces claro está que podíamos haber esperado a cumplir con toda la tramitación de la ley pero cuando se trataba de extinguir el foco primero de conspiración, porque hay que tener en cuenta, y para esto no es necesario poseer el conjunto de documentos que posee el Gobierno, que los ayuntamientos eran la base más ancha de la insurrección, claro está que no teniendo un ley que poder aplicar a esos casos extraordinarios, debíamos, ante todo, procurar cortar el fuego en su raíz antes que se propagara y tomara proporciones más inminentes y si no lo hubiera hecho el Gobierno así, hubiera faltado su más alto deber, que es velar por la propiedad, por la vida, por la honra de los ciudadanos y por todos los objetos que son fundamentales de la sociedad.
Pero se dice: ya que eso se hizo porque las circunstancias extraordinarias a ello obligaban, ahora que esas circunstancias han pasado, repónganse esos ayuntamientos.
¡Señores, qué escándalo! Es decir, los ciudadanos que faltaron a su deber, aquellos que violaron la ley, aquellos que contra la ley y las instituciones se sublevaron, vengan a reemplazar a aquellos ciudadanos que llenos de patriotismo y de abnegación hicieron el sacrificio de ocupar lo puestos oficiales en los momentos en que había peligro, trataron de asegurar la paz y el 6rden en los pueblos. ¿Es cosa, señores, que a esos ciudadanos que así se han portado, que tan noble y generosamente han expuesto sus vidas por sostener la causa del orden y de la libertad, vayan ahora las Cortes y el Gobierno a darles un puntapié para que en su lugar se coloquen aquellos que contra la ley se levantaron y que atacaron las instituciones? ¿Se puede hacer eso? ¿Habrá algún Diputado que lo intente? ¿Con quién había de contar el Gobierno si otra vez ocurriesen circunstancias críticas, si hoy a esos hombres honrados, a esos patriotas generosos y distinguidos, que en momentos dados ocuparon un puesto de peligro, se les fuese a dar un pago semejante?
Y ¿por quiénes iban a ser reemplazados esos distinguidos patricios? ¿Por aquellos que abusando de su puesto y de su investidura faltaron a la ley, faltaron a todo respeto, faltaron a toda consideración?
Eso no puede ser, porque si se hiciera, entonces, no habría quien quisiera fiarse de un Gobierno que cometía semejantes disparates, ni de unas Cortes que de ese modo se portaran.
Bueno es que lamentéis ese mal; bueno es que os hayáis quedado, como decís, sin vuestros ayuntamientos y sin vuestras Milicias y sin vuestras Diputaciones, porque los señores federales llamaban suyos a los ayuntamientos, a las Diputaciones y a las fuerzas ciudadanas de ciertas localidades. Es verdad que no eran ayuntamientos de los pueblos, sino elementos revolucionarios; es verdad que no eran Diputaciones provinciales, sino partes de un plan de conspiración; es verdad que no eran fuerzas ciudadanas dispuestas a defender la ley, sino prontas a combatirla si así se lo ordenabais. Pero si os habéis quedado sin vuestros ayuntamientos, sin vuestras Diputaciones y sin vuestras Milicias, vosotros tenéis la culpa: ellos se lo han perdido, que él Gobierno en paz los dejaba. (El Sr. rebullida: Por no hacer nada.)
¡Por no hacer nada! Eso me da gana de reír... pues para cuando lo hagan.
Hay muchos ayuntamientos y muchos alcaldes que dicen ahora que ellos no han hecho nada; pero ese argumento no debería emplearlo el Sr. Rebullida, que es una persona entendida. (El Sr. Rebullida pide la palabra.)
Bueno es que eso se diga por ahí; ¡pero creerlo! ¡Que no han hecho nada, y ha habido alcalde de esos que, dicen que nada han hecho, y que sin embargo pasaban órdenes amenazando con la confiscación de bienes y pena de a vida a todo el que no ayudase a la sublevación! En poder del Gobierno está esa comunicación.
Es verdad que ha habido muchos alcaldes que no han salido con las armas en la mano, y que estaban esperando ver cómo iba la cosa, para quedarse en su casa si iba mal, pero que no por eso habían dejado de tomar todas las medidas necesarias para secundar el movimiento. Y además, si no se les puede hacer cargo por haberse lanzado al campo con las armas en la mano, sí se les puede hacer porque han estado propagando, fomentando y ayudando la sublevación, alistando gente para que se batiera. Lo que hay es que en este caso ha sucedido lo que sucede, siempre; que son muchos los que se alistan para el combate, y que luego también son muchos los que se quedan en su casa.
Por lo demás, ¿cómo habéis de negar que vuestros ayuntamientos, como los llamáis, estaban todos dispuestos a secundar vuestro movimiento? ¿Cómo habéis de negar que si hubieran podido se hubieran echado al campo? Pues el Gobierno estaba en su derecho evitando que la combustión aumentara, pues no es buen Gobierno el que no procura que se conserve la paz y la tranquilidad del país. Por consiguiente, el buen sentido dice que está bien hecho lo que hemos hecho. [4823]
Fuera de esto y, el Gobierno no ha violado las leyes; y si en algunos casos ha atacado la seguridad de la persona o al sagrado del domicilio, en su derecho estaba, porque para eso las Cortes constituyentes le revistieron de facultades extraordinarias.
Pero hemos tenido la noble franqueza de venir aquí decir: hemos faltado a la ley en la cuestión de ayuntamientos. Mas ¿por qué? Porque en circunstancias extraordinarias, cuando sobre nosotros pesaban responsabilidades inmensas, cuando experimentábamos las consecuencias de la falta de unas leyes o de la ineficacia de otras, no es cosa de perder el tiempo, que la sublevación hubiera aprovechado para desarrollarse, viniendo aquí a preguntar qué hemos de hacer con tal y cuál ayuntamiento. Hemos creído preferible, con objeto de salvar la sociedad amenazada, faltar a la ley, y venir luego ante vosotros a decir franca y lealmente: ésta ha sido nuestra conducta, esta es la responsabilidad que hemos contraído; nos sometemos a vuestro fallo, y vosotros diréis si hemos obrado bien o mal.
El Gobierno, por el pronto, tiene tranquila su conciencia, porque cree que si en momentos solemnes y peligrosos ha podido faltar a las leyes, en cambio, ha salvado el país, y la sociedad de un gran cataclismo.
Dice el Sr. Figueras que ellos no han hecho la sublevación, que no han hecho más que defenderse, que circular del Ministro de la Gobernación es la causa. ¡Pobre Ministro de la Gobernación que tiene la culpa de todo¡(Una voz: Sí, sí.)
Me decís que sí. ¡Ah! Yo soy un hombre modesto no me gusta ni aun el empeño con que me honráis al querer levantarme sobre tan elevado pedestal. No; yo he conseguido ese resultado, que es grande; lo ha conseguido el Gobierno. No me hagáis tanta honra, no me elevéis tanto, porque si eso fuera verdad, si con mis disposiciones, y sólo con mis disposiciones, hubiera conseguido el objeto de contener, vuestras aspiraciones, habría hecho un gran bien a mi país, habría salvado la libertad habría salvado también al país.
Pero no es así; el éxito se debe a todos: se debe a acuerdos de las Cortes, se debe a la energía y a la voluntad del Gobierno; no me atribuyáis a mí sólo tanta gloria, que me abruma; soy naturalmente modesto, y quiero verme, repito, sobre tan elevado pedestal.
Señores, ahora vais a saber quién ha sido el que ha promovido la sublevación; y lo vais, a saber por uno de los sublevados, por el Sr. Suñer y Capdevila. Oíd, señores Diputados, y oídlo vosotros, señores republicanos, que mucho tenéis que aprender de lo que os dice el Sr. Suñer y Capdevila. Dice así:
"Pues yo digo que los desastrosos resultados obtenidos deben obligarnos a confesar que desde la revolución de Septiembre hemos seguido, por lo general, por mal camino."
"El Gobierno ha triunfado de nosotros porque las clases conservadoras se han puesto unánime y resueltamente a su servicio. Nuestra inquietud, algunos hechos no imputables, pero imputados al partido, las amenazas constantes de ciertos clubs y ciertos periódicos la excitación continua a la insurrección y el incesante llamamiento a las armas, han sido parte a producir en las gentes acomodadas un gran miedo natural o afectado a la revolución republicana federal.
"Sírvanos lo acontecido de lección. Tomemos ejemplo de la Francia que, desviándose de la senda revolucionaria tradicional, adopta el método inglés, que consiste en influir sobre el Gobierno por medio de los dos únicos y grandes medios de los pueblos modernos: la prensa y las manifestaciones pacíficas, y después de ellas, y como expresión genuina del pensamiento. nacional, la elección de sus representantes para todas las corporaciones.
"Actualmente se agitan en Francia unos cuantos buenos republicanos, pero locos, que quisieran repetir en ella lo que todos nosotros, más locos todavía, hemos hecho en España.
"No; la agitación frenética, las barricadas, los tiros incendio y los asesinatos aprovecharán siempre más al Gobierno que a nosotros.
"Sepamos bien una cosa: con la violencia es imposible que conquistemos jamás para la república federal a las clases ricas; pero ellas, o gran parte de ellas, se vendrá nosotros el día que probemos que la república es la paz justicia y el Orden. Y para probar todo esto, yo no conozco más que un procedimiento: predicar calmosamente en la prensa y en los clubs, y sobre todo, dejar a un lado el fusil y armarnos de todas armas con el boletín electoral.
"Ignoro lo que resolverá el partido; yo por mí sé que es esto lo que he resuelto."
"Los hechos recientes me han probado que: la guerra un miserable recurso, y que alguna parte de mis correligionarios no ha depuesto todavía los instintos feroces del hombre primitivo.
"Ni mis fuerzas físicas, ni mis gustos intelectuales, ni mis inclinaciones morales me llevan a la destrucción. Basta de armas para mí, y me atrevo á aconsejarlo, si puedo yo aconsejar, basta de armas para el partido.
"No quiero vivir entre dos fuegos. Si me hubiesen conocido los monárquicos, tal vez me hubieran fusilado en esto está equivocado el Sr. Suñer y Capdevila; u hubiéramos fusilado. "Los republicanos, los míos, por poco me fusilan. " Y en esto dice la verdad.
Por consiguiente, señores republicanos, no os incomodéis conmigo, que no os quiero mal; estáis en error, y no hagáis comparaciones, no tratéis de armar disidencia entre mis compañeros y yo, entre el Sr. Zorrilla y yo o, Si el Sr. Zorrilla desempeñará la cartera de Gobernación y yo la de Fomento, él sería reaccionario y yo sería liberal. Pero les sucede a los republicanos y a algunos tontos con el Sr. Ruiz Zorrilla y conmigo y con mis compañeros y conmigo, lo que sucede a los niños con su madre y con su padre. La madre tiene que cuidar de lo niños: los peina, los limpia, los viste y se molesta en todo esto; y el padre, por lo general, no tiene más que ver los niños cuando ya están limpios y aseados, y suele darles un beso y regalarles un dulce; y de ahí que los niños quieran generalmente más a su padre que a su madre, Pero los niños crecen, y entonces ya no los basta sólo con los cuidados de la madre, tiene que intervenir el padre ya el padre no es menos severo que la madre, y entonces mayorcitos conocen que deben querer lo mismo al padre que a la madre.
Pues eso ha sucedido con nosotros: mientras ha sido sólo el Ministro de la Gobernación quien se os ha puesto en vuestro camino; mientras él solo ha sido quien ha tenido que entenderse con vosotros, todos los Ministros eran muy liberales, menos el de la Gobernación; pero tienen que intervenir los demás Ministros, tiene que intervenir el Sr. Zorrilla, y entonces tan liberal Zorrilla como Sagasta: mirad su circular, y ved la diferencia que hay entre ella y la del Ministro de la gobernación.
Por consiguiente, yo creo que, como dice Suñer, habéis cerrado el camino, porque vuestra misión ha debido [4824] ser de paz y de enseñanza, y vuestros hechos contra nosotros, que éramos, liberales, que lo, habíamos sacrificado todo por la libertad, debieron haber sido luchas pacíficas como deben ser siempre las luchas de la inteligencia cuando se dirigen a educar la inteligencia y el corazón, del pueblo para enseñarle a amar la libertad a fin de que aprenda a conservarla, y a ser grande y generoso.
Equivocasteis el camino, porque si de hecho y de derecho sois hijos de la revolución, como decía el Sr. Castelar, aunque añadía que creía que la revolución de Septiembre era su madre y se le había vuelto madrastra, lo cual no es exacto; si sois, repito, de hecho y de derecho hijos de revolución de Septiembre; si trae para vosotros una herencia no intentéis, locos, heredar de la revolución de Septiembre, a costa de su vida: porque con la vida de la revolución va envuelta la vida de la libertad, y con la muerte de la libertad quedaríais para siempre desheredados.
Habéis equivocado el camino, porque la libertad no es caos, no es la anarquía, no es el motín ni la intransigencia dejad, señores, que la revolución concluya su obra unificadora, que los derechos individuales se abran anchuroso paso ante los ciudadanos, sin el temor de que un salto violento pueda dar con los mismos derechos individuales en el fondo del abismo. Habéis errado el camino, señores republicanos, porque vosotros, como partido de oposición, debierais haber combatido al Gobierno; pero siempre fundada, leal y noblemente, ilustrando y no. extraviando la opinión pública. Habéis errado, en fin, el camino, señor republicanos, porque devorados por la fiebre de una idea por el momento irrealizable, no os acordáis de que ya erais esclavos y hoy sois ciudadanos libres; de que ayer tiranía ahogaba y sofocaba vuestra voz y vuestro pensamiento y hoy la palabra y la. prensa son libres como en ninguna parte del mundo, la palabra y la prensa, señores las. armas más poderosas de la civilización y del progreso más batallas ha conquistado, la causa de la humanidad del progreso con la humilde pluma, del modesto escritor que con las relucientes bayonetas de los más valientes capitanes.
Pues bien, señores: si habéis errado, el camino; como os digo yo, y si no me queréis creer a mí, como os lo dice vuestro amigo el Sr. Suñer, como os lo dice desde el punto en que se habla con el corazón en la mano, en medio de la desgracia, a 200 leguas de su país, separado de su. familia, lejos de la tierra, que le vio nacer, a larga distancia de los objetos para el más caros; como os lo digo en esos momentos en que no es la mano la que guía a la pluma, sino que, es el corazón, el que graba las palabras en el papel; si habéis errado el camino, aún estáis a tiempo volved al buen camino, volved, y ya que, habéis hecho imposible la república; no hagáis con vuestra insistencia imposible la libertad.